A veces, las heridas más profundas no se ven. Viven en recuerdos, en palabras no dichas, en abrazos que faltaron. Pero también es cierto que el corazón tiene una increíble capacidad para sanar… y una historia puede ser el inicio de ese proceso.
Hoy quiero contarte la historia de alguien que, como tú y como yo, sintió que estaba roto por dentro.
Había una mujer que todos los días tomaba el mismo bus, se sentaba junto a la ventana y dejaba correr las lágrimas en silencio. Nadie le preguntaba por qué, nadie la miraba… hasta que un día, un niño se sentó a su lado y le dijo:
—“¿Sabes? A veces mi mamá también llora, pero yo le digo que cuando llueve también crecen las flores.”
Ella sonrió por primera vez en semanas.
Ese pequeño gesto cambió su día… y luego su vida. No volvió a llorar en ese bus. Y poco a poco, empezó a escribir cada noche una cosa bonita que le había pasado. Pequeñas cosas. Cosas que antes no veía.
Hoy, esa mujer acompaña a otras personas a sanar desde el amor, desde el reconocimiento del dolor, pero también desde la gratitud por haber sobrevivido.
Porque sí, estás leyendo esto, y eso significa que ya has superado muchos días difíciles.
Tú también tienes una historia. Y esa historia puede sanar, no solo tu vida… también la de otros.
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